Salvar a la humanidad, salvar vidas, salvar a las futuras generaciones, estas son las tres prioridades del plan de desarme integral presentado este jueves por el Secretario General de las Naciones Unidas, en el que propone desde la reducción de cabezas nucleares hasta la regulación de las armas pequeñas o las basadas en la inteligencia artificial y pasando por la creación de mecanismos para garantizar la rendición de cuentas de quienes utilicen armas químicas o biológicas.
“El desarme concierne a todos los países y todas las armas desde las granadas de mano hasta las bombas de hidrógeno”, ha asegurado este jueves el Secretario General de la ONU al presentar su nueva agenda de desarme.
En 2017, los gobiernos del mundo destinaron 1,7 billones de dólares a gastos militares, lo que representa 227 dólares por cada persona viva en la actualidad. Se trata del mayor gasto armamentista desde la caída del Muro de Berlín.
“La paradoja es que cuando cada país persigue su propia seguridad sin mirar hacia los demás, creamos una inseguridad mundial que nos amenaza a todos”, aseguró Guterres en la Universidad de Ginebra, donde dio a conocer su agenda.
El gasto militar representa ochenta veces más que la ayuda humanitaria, mientras los esfuerzos por acabar con la pobreza, avanzar en educación y salud, luchar contra el cambio climático y proteger el planeta carecen de recursos.
“Algunos caracterizan las diferencias como una elección entre la seguridad y lo humanitario. Esta dicotomía es falsa”, dijo el titular de la ONU. “La seguridad humana, la nacional y la mundial son indivisibles. Cuando la gente teme por sus vidas, sus comunidades, las sociedades y los países están en un creciente riesgo. Cuando la gente se siente segura, también lo están los países y nuestro mundo”.
Desarme para salvar vidas
Esta prioridad está dedicada a la reducción de las armas convencionales: misiles, obuses, minas, bombas de racimo, explosivos improvisados, armas pequeñas… Su amplia disponibilidad “contribuye a una violencia armada que está causando el caso en muchas partes del mundo».
Cada año, la violencia armada mata a cerca de 535.000 personas. A finales de 2016, más de 65 millones de personas habían sido desarraigadas por la guerra, la violencia y la persecución. Cuando se usan explosivos en áreas urbanas, el 90 % de las víctimas son civiles. Estas armas también tienen un efecto devastador en hospitales, escuelas e infraestructuras como el agua y la electricidad.