Una nueva publicación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) exhorta a los responsables de políticas alimentarias a instaurar medidas que prioricen la disminución del desperdicio de víveres, como una solución que sirva para mejorar el acceso de la población a la comida nutritiva y saludable.
La mala alimentación y las dietas inadecuadas suponen una de cada cinco muertes a nivel mundial y representan actualmente una mayor amenaza para la salud pública que enfermedades como la malaria o la tuberculosis. A esta situación, hay que añadir que casi un tercio de los alimentos nutritivos producidos no llegan al consumidor.
Con el objetivo de remediar este último dato y ayudar a mejorar las dietas inadecuadas, la FAO ha lanzado una guía para prevenir la pérdida y el desperdicio de nutrientes y promover una alimentación de calidad.
El estudio señala que los alimentos ricos en nutrientes como las frutas, las hortalizas, las semillas, la carne, el pescado o los productos lácteos son muy perecederos, por lo que hay altas probabilidades que puedan estropearse en la cadena alimentaria antes de llegar al consumidor.
Según la FAO, las cifras que corroboran este dato son “alarmantes” ya que anualmente se pierden o desperdician más de la mitad de todas las frutas y hortalizas producidas a nivel mundial y el 25% de la producción de carne no se consume.
El director general de la Organización, José Graziano da Silva, consideró que para abordar el problema de la malnutrición y promover dietas saludables se han de “poner en marcha sistemas alimentarios que aumenten la disponibilidad, asequibilidad y consumo de alimentos frescos y ricos en nutrientes para todos. Una parte fundamental de este esfuerzo es tomar medidas específicas para reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos frescos y nutritivos».
Entre las provisiones propuestas se incluye la capacitación de las partes interesadas, con especial atención a la disminución de la pérdida de este tipo de alimentos; la elaboración de planes específicos por parte de los responsables de políticas alimentarias; y la mejora de las infraestructuras, tanto públicas como privadas, para que los alimentos puedan llegar a tiempo al consumidor, entre otras recomendaciones.
En relación con los equipamientos, la FAO indicó que en los países de bajos ingresos los alimentos “se pierden principalmente durante las fases de recolección, almacenamiento, procesado y transporte”. En los de renta alta, el desperdicio de alimentos se produce en el comercio minorista y los consumidores.
Evitar el desperdicio de alimentos también supondría un beneficio económico ya que el costo anual de los alimentos desechados se estima en un billón de dólares, concluye la FAO.